Hay dos formas de estar y de ser. Vives, creces, te desarrollas y avanzas. O sobrevives, te estancas y agotas. Dos formas de vida que pueden estar dándose en cualquier área de tu vida, y producirte enfado y tristeza. ¿Vives o sobrevives?
No siempre es fácil verlo, porque muchas veces compensamos el trabajo insatisfactorio con una relación de pareja estupenda, o viceversa. O también podemos ser muy felices con nuestros amigos, pero estar hartos de los compañeros de trabajo. Inevitablemente, tarde o temprano la pesadez de vivir en estado de supervivencia, acaba contaminando lo que va bien en nuestra vida.
Te explico en este vídeo, cómo puedes averiguarlo. Presta atención a las emociones de las que te hablo, y aplica esta observación a las distintas facetas de tu vida. Relación sentimental, familiar, con tus amigos. A tu trabajo, tu ocio, etc.
Recuerda que los problemas que no resuelves, siempre acaban afectando más y más. Duermes mal, te cansas, tus músculos se contracturan, empiezan los dolores crónicos, digestiones pesadas, y todo eso que nos pasa cuando no somos felices. Así que: ¿Vives o sobrevives?
Cuanto antes atiendas a cómo te sientes, y hagas algo que cambie la situación, mejor será para ti y para todos los que te rodean.
Solucionar lo que no va bien, o directamente, cambiar o que te impide crecer como profesional, como pareja o como persona, bien vale cualquier esfuerzo. Y la recompensa no tiene precio.
Vives en estado de desarrollo cuando:
- Sientes confianza en la vida, en los demás y en ti.
- Sientes serenidad ante los acontecimientos difíciles que vives.
- Ves oportunidades que puedes aprovechar para crecer.
- Tienes un propósito (laboral, social, sentimental…), que te hace sentir ilusión.
- Sientes que perteneces a tu comunidad, tu familia, tu red social, tu equipo de trabajo.
Y entonces, ves las cosas así:
- Te fijas en los detalles sobre los que puedes actuar.
- La solución a tus problemas está escondida y tienes ganas de encontrarla.
- Sientes curisidad por descubrir lo que no ves fácilmente.
- Te cuestionas lo que ocurre a tu alrededor.
- Buscas respuestas profundas, sin aceptar lo primero que te cuentan.
- Tienes ilusión, motivación y ánimo para hacer cambios.
Sobrevives cuando:
- Te sientes desatendido y dejado de lado.
- Te sientes estancado, bloqueado y paralizado.
- Te sientes desconectado de algunas o todas las personas importantes que forman parte de algún aspecto de tu vida.
- Te sientes sobrepasado, como que no puedes con todo lo que tienes encima.
- Te sientes incapaz de solucionar algo, de hacer cambios que te saquen de la rutina que vives.
Y veas las cosas así:
- Sientes una presión psicológica tremenda que te aplasta.
- Haces pronósticos desalentadores y un pelín catastróficos, acerca de lo que puede pasar si tratas de cambiar algo.
- Tus pensamientos negativos son destructivos, volviendo una y otra vez.
- Ves la realidad filtrada por esos pensamientos y emociones, así que es una realidad distorisonada de alguna u otra manera.
- Aceptas las razones que te dan los demás, conformándote con lo que te digan.
- Estás en constante sensación de peligro, en alerta continua, sabiendo que en algún momento, algo estallará delante de ti.
- No pides ni aceptas ayuda, porque no crees que nada pueda hacerse para mejorar tu situación.
- Te agotas cada día un poco más, perdiendo la esperanza de que todo mejore, estresándote y soportando lo que hay.
Ver y aceptar que tienes un problema, es el primer paso para resolverlo. ¡Y es un gran avance! Cuando un problema asoma las orejas, puedes empezar a hacer algo para transformar lo que te hace sobrevivir en lugar de vivir. ¿Vives o sobrevives?
¿Quieres leer más sobre soluciones y problemas?
Los efectos de tus problemas no son tu problema
El contexto de tu problema tiene mucho que decirte
Fluir no es abandonarte a la deriva
2 actitudes ante tus problemas