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Razón y emoción

Razón y emoción
26 febrero, 2017 Rodrigo
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De manera muy general, podemos ver la sociedad compuesta por dos tipos de personas. Las más racionales y las más emocionales. Usar más la razón y la emoción, origina formas diferentes de vivir.

¿Es mejor ser emocional o racional?

Todos nosotros usamos de forma consciente o inconsciente, esquemas psicológicos con los que nos movernos por el mundo. Evidentemente no todos pertenecemos a un extremo u otro.

Podemos dejarnos guiar por la emoción en algunas áreas de la vida, y por la razón en otras. Todos podemos llorar o reír abandonándonos a una emoción, y en otras ocasiones decirnos “No, eso no me conviene aunque me encante”.

El equilibrio entre ambas formas de ver las cosas y expresarse uno, no nada fácil.

Nacemos y nos hacemos racionales o emocionales

Nacemos con ciertas tendencias a usar más o menos la razón. O a dejarnos invadir y arrastrar por la emoción. Pero es el entorno en el que nos criamos, lo que más condiciona nuestra forma de ser.

De pequeños pudimos aprender a explicarnos el mundo, usando la lógica y la razón. O quizás, nos enseñaron a dejar que las emociones se hicieran con el poder. Puedes leer sobre aprendizaje emocional en el cole.

Ese aprendizaje se fue grabando en nuestra mente, y así se convirtió en una forma de entender las cosas y expresarnos. Es una herramienta, sin más que usamos para vivir.

Todo es cuestión de práctica

Caracteristicas de las personas racionales

Los racionales emplean el análisis de lo que viven, valoran las coas en función de unas experiencias pasadas y sus conocimientos. Toman las decisiones que creen acertadas para salvar problemas en el futuro, mejorar su situación, etcétera.

Suelen tener una necesidad de control mucho mayor que las personas emocionales, pues el control sobre una situación determinada o persona en concreto, les da la confianza y el poder que necesitan para hacer frente a lo que viven.

Pueden haber llegado a la conclusión de que dejarse llevar por las emociones, no resulta práctico, les hace sufrir mucho y no les aporta los beneficios que buscan. Poseen una capacidad análisis muy desarrollada, y una gran aptitud para planificar.

Sus emociones pueden resultarles difíciles de controlar. Así que las estudian, las clasifican y ordenan. Si quieren, pueden hablar de ellas como si se tratara de un informe de datos.

Dando la sensación de que no sienten. No es que dejen de sentirlas, sencillamente pueden insensibilizarse con más facilidad que otras personas. Las pueden obviar y seguir adelante centrando sus pensamientos en los beneficios que les aporta su control.

El inconveniente que sufren estas personas, es que pueden perder el impulso que las emociones aportan. Pueden ser individuos muy trabajadores, con poca o ninguna pasión. Se adaptan mejor a las rutinas que los emocionales, ya que ven su aspecto práctico.

En general, les cuesta entender a las personas que viven en la emoción, y no contemplan la posibilidad de hacer lo mismo por parecerles inútil, poco inteligente e incluso primitivo.

Vivir así supone un esfuerzo mental extraordinario, y grandes dosis de tolerancia a la frustración.

Detrás de una racionalización excesiva, puede estar el deseo de proteger su sensibilidad, evitando entrar en contacto con emociones que no saben gestionar bien.

Características de las personas emocionales

En el polo opuesto están las personas que no han aprendido a utilizar su capacidad racional de forma correcta para gestionar las emociones. Pudieron vivir en hogares en los que el drama, la expresión de las pasiones y emociones, los picos de alegría y tristeza se alternaban de forma regular.

Así fueron aceptando la visión del mundo como un lugar en el que caben muchas formas de expresar las fuerzas que nos mueven a todos. Además, aprendieron que las emociones son incontrolables, que cuando llegan no hay nada que hacer, con lo cual es mejor aceptarlas y darles rienda suelta.

Igual que los racionales necesitan el control para sentirse cómodos, los emocionales necesitan la expresión de esos sentimientos que les invaden, pues han aceptado que no tienen posibilidad de controlarlos, así que sólo les queda sacarlos fuera.

Dramas, llantos, rabietas, nostalgias, euforias, éxtasis, catarsis, etcétera son el pan nuestro de cada día. Por supuesto, hay personas emocionales más comedidas.

Están supeditados a la exposición de lo que ocurre en su interior y si no se les deja mostrar sus inquietudes, ánimos y desánimos, sufrimientos y alegrías, se convierten en seres tristes y apesadumbrados.

Llenos de emociones no expresadas y bloqueadas.

Supone mucho esfuerzo para ellos controlar las emociones, y cuando logran hacerlo, es porque creen que es más aceptado socialmente. Se sienten privados de algo importante y sometidos a una presión que les acaba machacando.

Suelen considerar a los racionales, como faltos de vida, de pasión y aburridos. Sumamente controladores y gente con la que resulta difícil tener una conversación sobre sentimientos, más que nada porque sienten que no les comprenden.

La vida de pareja es una oportunidad

Hay muchas parejas formadas por dos racionales o dos emocionales, en las que la comunicación es más o menos fluida, y hay una serie de cosas no habladas, que ambos dan por hecho.

Las parejas formadas por un racional y otro emocional, tienen un trabajo juntos mayor que el de las otras parejas y pueden sufrir más fácilmente, altibajos y confrontaciones.

Sin embargo, ambas personas evolucionan y aprenden mucho más, al exponerse a una convivencia con alguien con un mapa mental opuesto. La vida de la pareja puede ser más compleja, pero la vida personal es mucho más rica.

Algunos de nosotros nos sentimos irremediablemente atraídos por personalidades opuestas, precisamente porque nos aportan una visión diferente de la vida, que nos estimula y ayuda a mejorar.

Conocerse es la clave

Lo excitante de todo esto, está en saber reconocerse como mayormente racional o emocional, y descubrir por qué se es así. Qué experiencias pasadas nos han hecho optar por ello. Comprender las ventajas e inconvenientes que trae consigo.

Y ver después las ventajas e inconvenientes de la personalidad opuesta. Una vez que sabemos por qué razón somos de una forma u otra, es más fácil entender que fue algo que nos funcionó en el pasado.

Ahora tenemos la oportunidad de hacer de otra manera si queremos, y experimentar la vida de una forma más completa y menos limitada.

Los racionales deben saber y aceptar que el control no les da ningún poder en realidad. Las emociones no les limitan en absoluto, sino que les enriquecen y expresarlas es saludable y satisfactorio.

Los emocionales deben aceptar que las emociones se controlan si uno elige controlarlas, y que la capacidad racional es común a todo ser humano. Ejercitarla es cuestión de querer hacerlo y practicarla.

Dicho de otro modo, deben dejar de repetirse que las emociones no se controlan o que no saben hacerlo. Aceptar que controlarlas no implica acabar con ellas, sino vivir de una forma mucho más satisfactoria.

La montaña rusa con sus subidas y bajadas, está bien en el parque de atracciones, no como forma de vida.

Adopta lo que rechaces

Ambas personalidades son más libres si adoptan la parte que rechazan de la otra. El trabajo que supone lograrlo no es mayor que el que cada una hace para mantenerse en su parcela de racionalismo o emocionalidad.

Una vez entendido esto, como recuerda José Antonio Marina tanto razón como emoción, deben considerarse simples herramientas para moverse por el mundo.

En función de la información que proporciona la emoción, pasamos a hacer uso de la razón para llevar a cabo la acción que nos interesa y nos hace felices. Que las hayamos convertido en formas de vida, no quiere decir que lo sean.

El error comienza cuando nos identificamos con un aspecto y descartamos el otro, cuando en realidad ambos forman parte de lo que somos como humanos. Todos disponemos de ambas capacidades, y elegimos desarrollar una en detrimento de la otra, como si una valiera más.

La gracia está en usar las dos por igual para alcanzar nuestra meta, no desarrollar una y dejarle el control de lo que somos. El aprendizaje del uso de ambas, genera un equilibrio interno que se manifiesta en el exterior.

 

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