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Qué es escuchar

Qué es escuchar
12 abril, 2015 Rodrigo
Saber escuchar

 

Saber escuchar es un arte, una disciplina y un acto de amor. Escuchamos cuando esa es nuestra voluntad, pero oímos aunque no queramos hacerlo. Oímos con los oídos y escuchamos con la mente. Escuchar requiere silencio. El nuestro, el de nuestro aparato fonador y nuestra mente. Cuando escuchamos nuestra atención está puesta en las palabras de otra persona, nada más. No hay más que quien emite el mensaje. Así nuestra mente está atareada en entender y hacer suyo ese mensaje que recibe. No hay dispersión mental ni deseo de otra cosa que no sea recibir la información.

Escuchar es respetar el tiempo que se toma el otro en transformar sus pensamientos en sonido, sin tratar de alterarlo. Escuchar es parar nuestros propios pensamientos para dedicar a otra persona, nuestro tiempo.

Escuchar requiere tranquilidad ya que una mente alterada, intranquila o preocupada no puede de ninguna manera, servir para escuchar; porque escuchar es poner nuestra mente al servicio de otra persona, y servimos a otra persona cuando nuestra mente no está ocupada en sus propios asuntos.

 Sólo las personas sosegadas, equilibradas y humildes tienen la capacidad de hacerlo. Sólo las personas que se cuidan y trabajan su interior para mejorarlo, pueden permitirse el lujo de dedicar parte de su tiempo a escuchar, sin esperar ser escuchados después.

Escuchar requiere tiempo, valor y amor. Quien carece de alguna de estas tres cosas no puede escuchar. Escuchar es un regalo que se hace a otra persona.

Saber escuchar

Escuchar es el arte de saber dominar tus propios pensamientos mientras dominas tu propio silencio.

 

 

 

Escuchamos porque sentimos interés en lo que alguien nos cuenta, sin pretender emitir después juicio alguno o sentir el impulso de aconsejar a menos que nos sea requerido. Escuchamos cuando hemos dominado nuestro ego, que es la parte que quiere manifestarse en forma de consejos, recriminaciones o sentencias, la mayor parte de las veces interrumpiendo el discurso del otro. Al interrumpir, se demuestra egoísmo, soberbia y desprecio hacia lo que dice el otro. Al subir el tono de voz por encima del de quien habla, se impone nuestra voluntad sobre la de los demás considerándose que lo que decimos es más valioso que lo del otro.

 Sabemos que escuchamos cuando los demás así nos lo hacen saber, al sentirse escuchados; no porque nos coloquemos nosotros la medalla al mejor “escuchante”. Este título nos lo otorgan los otros, porque somos capaces de conectar con ellosa través de nuestro silencio.

Escuchar es dejar que el otro termine de hablar cuando quiera hacerlo, pero no es permanecer impasible sin preguntar lo que no entendemos de su discurso si así ocurre.

Escuchar es el arte de saber dominar tus propios pensamientos mientras dominas tu propio silencio. Tampoco es permitir ser bombardeado con la interminable verborrea ajena, que supone una falta de respeto hacia nuestro tiempo. No todos merecen nuestro esfuerzo de silenciar la mente ni el que sabe escuchar está aquí para escucharlo todo.

Escuchar es un arte y como cualquier arte requiere práctica y respeto. Así como el pintor no dedica su tiempo a repintar sus antiguos cuadros, ni se esfuerza por asistir a eventos que no le interesen, el que domina el arte de escuchar, no regala su tiempo a personas que lo pretendan usar para soltarle una y otra vez su vomitona de traumas y dramas variopintos.

El “escuchante” regala su arte a la personas amadas que considera que puede ayudar con su silencio, o comentarios si le son pedidos. El que escucha, se respeta a sí mismo antes que a los demás, porque es desde la posición que le da la valoración de su tiempo, desde la que puede atender y respetar las necesidades de expresión del otro.

El “escuchante” se quiere y no acepta tragarse el sufrimiento ajeno simplemente porque el otro necesite ponerle palabras y soltarlas fuera de sí. Puede elegir compartirlo si así lo desea, pero sabe bien protegerse de las emociones negativas que viven quienes no han aprendido a gestionarlas. Esto cuesta al principio, pero aprender a protegerse se hace imprescindible para vivir sin las cargas emocionales que van soltando otros.

El “escuchante” es libre de escuchar a quien quiere y rechazar a quien quiere. Frecuentemente es buscado y hasta perseguido por el efecto terapéutico que produce su poco habitual capacidad; y corre el riesgo de vivir rodSaber escuchareado de personas que esperan ser escuchadas en cuanto lo desean. Por eso al principio, cuando uno empieza a dominar el arte de escuchar, se siente hostigado por aquellos que tiene alrededor, que empiezan a requerir sus servicios como si se tratara de un psicólogo. Dominar el arte de escuchar, requiere saber alejarse de aquellas personas sin control sobre sus impulsos parlanchines, que buscan este tipo de terapia. También con frecuencia el “escuchante”, debe aprender a reconocer a las personas que ofrecen su supuesta amistad, con la condición de ser escuchadas a cambio. Muchas personas consideran que los “escuchantes” tienen la obligación de escucharles simplemente por saber hacerlo.

 

Contar nuestras penas es terapéutico aunque sea a la pared, sin duda. Ser oído lo es más. Ser escuchado puede convertirse en adictivo, pues hay muchísimas personas que no han sabido rodearse de otras con las ganas de escuchar. Por eso, cuando dan con alguien que lo hace, buscan su compañía de forma que llega a ser obsesiva. Al ser rechazadas por el “escuchante”, se sienten tan dolidas que pueden atacarlo como consideren oportuno. Saber escuchar es un arte peligroso, como lo es ser una rara avis en un mundo de coleccionistas de plumas; todos pretenden ser dignos de disfrutar de tu arte.Saber escuchar

Escuchar es fácil cuando el ego no domina la mente, tratando de encontrar la oportunidad de demostrar cuánto sabe o qué experto es en cualquier materia.

Escuchar se hace de forma natural, como hacen los niños pequeños, cuando no estamos obcecados en demostrar nada. Ellos saben beberse las palabrasSaber escuchar sin que nadie le explique cómo hacerlo. Al crecer, nuestro ego va tratando de demostrar lo que desea exponer, con la intención de defender su hueco en la sociedad. El ego no sabe que el efecto de su exhibición, es el contrario al buscado, generando el rechazo y alejamiento de muchas personas que no están interesadas en disfrutar de sus demostraciones.

Para escuchar a los demás, hemos recordado antes cómo escucharnos a nosotros mismos. Aprovechando el silencio interior para ese propósito.

Aquellos que no escuchan, los que interrumpen, repiten una y otra vez la misma cantinela, los que buscan de manera compulsiva a los que les escuchan; son personas que no han aprendido a escucharse antes y no son conscientes de cómo sus tremendas carencias afectivas, les hacen sentir terriblemente inseguros y necesitados de afecto. Necesitan hacer terapia compartiendo repetidamente su drama con otras personas. Esto es egoísta e inmaduro si no se sale del bucle de repeticiones. Compartir nuestras dudas, congojas, penas y alegrías con otros es natural, esperable y deseable. Todos lo hacemos y estrecha nuestras relaciones, que es algo precioso de experimentar. Usar a los demás para liberarse de esas emociones, es mezquino y rechazable.

Saber escuchar

Si no paras de volver sobre el mismo asunto, y encuentras la forma de sacarlo en todas las conversaciones, es síntoma de que tus pensamientos son obsesivos y conviene que observes tu obsesión y elección del sufrimiento. Pregúntate qué consigues con él y qué te hace elegirlo. Ve al meollo del que te está avisando la obsesión, como si se tratara de una luz de alarma en tu panel de control. Trabaja tus miedos, carencias e inseguridades dedicándoles a ellas tu esfuerzo y tiempo, enfréntate a tus fantasmas porque es más fácil de lo que te dices que va a ser, y empieza a vivir en el lado de los que escuchan. Es un mejor lado para vivir.

 

Cuando estamos ante alguien que nos interrumpe continuamente, para decirnos que también ha vivido lo mismo que le contamos pero más intensamente o antes que tú, cuando mientras le hablas está pendiente de lo que pasa en la habitación o mirando a otro sitio que no sean tus ojos, cuando se cansa rápido de escuchar lo que decimos y trata de terminar la conversación para seguir hablando de lo que le interesa. Entonces sabemos que no es necesario perder el tiempo tratando de comunicarse con esa persona. Está más preocupada por su drama que por el tuyo, y no es consciente de hasta qué punto su mente está limitada y acotada por sus carencias. No te esfuerces en tratar de sentirte escuchado, porque no lo conseguirás y además no tienes el derecho de imponer que te escuchen. Dedica tu tiempo y energía a encontrar personas con las que mantener una conversación de forma sana. Ninguna universidad enriquece tanto como una charla entre personas que practican el arte de escuchar.

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