Septiembre nos empuja a lograr nuestros propósitos más que cualquier otro mes. Aprovechar esa inercia hace que el cambio nos cueste menos. Septiembre es un mes de renovación, de dejar lo viejo atrás y perseguir lo nuevo. El compromiso que sentimos en enero, nos hace tener la sensación de obligación, pero cuatro meses antes tenemos una libertad que insufla vida nuestra determinación.
El deseo de cambiar algo que no nos gusta; o de empezar a hacer algo que nos apetece desde hace tiempo, pero a lo que parece que no llegamos a dedicar nunca el tiempo necesario; o los propósitos de Año Nuevo abandonados en marzo, son ejemplos de objetivos a establecer en septiembre.
Otoño
El inicio del otoño es un tiempo extraordinario para los comienzos y los cambios. De hecho, en este mes encontramos más fácilmente la forma de llevar a cabo eso que tenemos en la cabeza, y uno de los secretos es que nos resulta más fácil ponernos una meta y contar con el tiempo para llevarla a cabo.
En enero tenemos todo el año por delante, y nos podemos perder más o no esforzarnos tanto en saber cuándo queremos conseguir lo que nos proponemos. Sin embargo en septiembre somos más capaces de incluir el factor temporal, al ver que tenemos cuatro meses hasta final de año para lograr el objetivo.
En coaching el tiempo es una de las herramientas que se usan para fijar un objetivo y programar los pasos a seguir. Un objetivo sin tiempo, en realidad no es un objetivo sino un deseo, una idea o un ahelo. Al incluir el tiempo en la ecuación, todo cambia.
El compromiso con uno mismo hace que el tiempo sea simplemente un elemento del que hacemos uso para llegar a nuestra meta. En otras palabras, ponemos al tiempo al servicio de nuestro propósito y se convierte así en una herramienta en tus manos.
El tiempo nos recuerda que somos capaces de hacer de nuestro objetivo, nuestro presente. Es decir, el tiempo nos permite cambiar ese cuerpo al que le sobran kilos, por otro con el que nos sintamos mejor y más felices; o cambiar nuestra conducta con esa persona que nos saca de quicio; o transformar nuestra forma de relacionarnos con nuestra pareja; o cambiar el trabajo que nos aburre por otro que nos permita crecer.
El tiempo nos da la posibilidad de entender que nuestro presente puede cambiar cuando lo deseemos. Nuestro presente puede trasformase en cualquier momento, pero para que ocurra se dan una serie de pasos y el primero es la voluntad de que eso ocurra.
Septiembre es un mes estimulante por la cantidad de cambios que trae, por el descanso que ha supuesto el verano, por las ganas que surgen con las primeras noches de frescor, de hacer cosas nuevas. Evidentemente los cambios pueden iniciarse durante todo el año, y todo depende siempre de las ganas que le echemos, pero este mes vivimos rodeados de comienzos y gente comenzando cosas. Eso nos arrastra con más facilidad en nuestro camino de trasnformación.
La energía que trae septiembre es diferente a la de otros meses, y actúa como un viento fuerte que nos impulsa a salir de esa zona de confort aburrida y poco estimulante. El curso escolar comienza, el trabajo recupera horarios y rutina normales, las horas empiezan de nuevo a pasar despacio y la luz va haciéndose menos abundante.
Todo el mundo en mayor o menos medida se haya inmerso en ese proceso de cambio. Aprovecha la inercia del cambio, para subirte a ese tren que te llevará a estar más a gusto contigo mismo. Cada mes tiene algo que aportar a nuestras vidas, y el noveno es el perfecto para iniciar la trasformación que deseamos, sin que nos cueste tanto como en otro momento del año.
Tenemos cuatro meses hasta que termine el año, que es tiempo suficiente para alcanzar muchas de las metas que nos apetece alcanzar. Ser más cariños, más educados, enfadarnos menos, adelgazar, ponernos en forma practicando algún deporte, empezar a chapurrear un idioma nuevo, ahorrar, hacer un viaje, aprender a hacer algo que nos satisface y no hemos probado nunca a hacer, desarrollar un voluntariado, transformar nuestra rutina social, dejar de fumar, aprender a nutrirnos adecuadamente, o establecer las bases para un cambio laboral, son sólo algunas de las cosas que podemos hacer en esos cuatro meses.
Los requisitos para iniciar esa transformación, son sencillos.
1 –Establece el objetivo de forma clara y mantenlo presente. Puedes escribirlo y tenerlo siempre a la vista, o ponerlo como fondo de escritorio en el ordenador y el móvil. Pon un post-it en el espejo del cuarto de baño, y en la mesilla. Recuérdalo desde que te levantes, al menos durante las dos primeras semanas. Este paso parece muy tonto, pero párate a pensar qué es lo que quieres realmente porque no tiene por qué ser tan sencillo. Querer definir los músculos es una cosa, querer que te admiren es otra. Querer un ascenso laboral no es lo mismo que ir buscando el reconocimiento de los demás. Un objetivo claro supone mucho trabajo hecho ya, y si además has dedicado tiempo a descubrir la razón profunda que te hace ir a por él, tienes el 50% del recorrido hecho. ¡Créememe! Puedes hacer un collage de imágenes que te inspiren.
2 –Que sea realista. Es importantísimo que sepas que puedes alcanzar el objetivo en el tiempo fijado. Las metas irreales no van más que a confirmarte lo que ya sabes. “No puedo alcanzarlas”, “no valgo para ello”, “no tengo la fuerza de voluntad necesaria”, etcétera. Cualquier cosa que tu mente quiera recordarte sobre tus pocas capacidades, para darte la oportunidad de machacarte un poco, la encontrará. Por eso es importante que el objetivo sea algo en lo que creas y que creas que puedes alcanzar. No se trata tampoco de pensar en el objetivo anhelado y luego bajar el listón para no sentirte mal si no lo logras. Por ejemplo “Quiero adelgazar 14 kilos en cuatro meses pero me voy a poner la meta de 7 kilos”. Esto es tomarte por tonto o tonta, y procura no insultarte porque si lo haces, es más que probable que los demás también encuentren motivos para hacerlo sin que sepas ponerlos en su sitio. No juegues con tu amor propio. Sabes perfectamente de qué eres capaz y qué es lo que quieres, así que respétate y fija tu meta.
3 –Establece el tiempo en el que quieres convertir tu propósito en tu presente. Se realista también con este factor y no juegues a sobrevalorarte ni infravalorarte. Hacerlo te desanimará y dará razones para no quererte y tirar la toalla. Lo que te llevará a ser más infeliz y te dificultará volver a intentarlo en el futuro.
4 –Piensa cuál es el primer paso que debes dar para alcanzarlo. Planea tu futuro sin miedo, sabiendo que tienes la capacidad de convertirte en lo que quieres ser. ¡¡El primer paso no es más que el primer paso!! Muchas carreras se acaban antes de dar ese primer paso, porque nos perdemos en el pronóstico de lo difícil que nos va a resultar el camino. ¡NO! Deja de hacerte autoboicot. El primer paso es más fácil de dar cuando no nos adelantamos, y mientras no demos el primero, no llegaremos al segundo. Poco a poco descubrirás qué hacer y cómo, así como lo que necesitas para ir avanzando. No te preocupes por planificar todo el recorrido ahora y disfruta del comienzo.
Convertirte en una mejor versión de ti es posible y no mejor de todo es que además de posible es divertido. Cada uno tiene su forma de lograr sus objetivos, y lo que entretiene a uno, aburro al de al lado. Encontrar la forma de pasarlo bien mientras se avanza en el camino elegido, es la única forma de ser feliz. Ni hay una fórmula universal aplicable a todos y la gracia está en encontrar la de cada uno.