Aprendizaje emocional en el colegio
En el colegio aprendemos unas cosas realmente útiles, y otras verdaderamente limitantes para el desarrollo satisfactorio de la vida adulta. El aprendizaje emocional en el colegio, puede crear conductas que nos permiten sobrevivir de pequeños.
Se quedan registradas como la única forma de supervivencia posible. Es un aprendizaje emocional que se vuelve inconsciente.
Los currículos académicos, están diseñados para ir adquiriendo con el paso de los años, todos aquellos conocimientos en lenguas, matemáticas, historia, música, etcétera, que sarán necesarios para ser un adulto productivo.
Suena bastante bien, aunque mucha de esa información no sobrevive en nuestros cerebros demasiado tiempo.
Hay otras cosas que aprendemos sin darnos cuenta, y que sí seguimos usando sin ser conscientes, durante toda nuestra vida.
Patrones cognitivo-emocionales
Estas cosas, son pautas racionales y emocionales que se graban en nuestra mente a fuego. Puede ser un aprendizaje rápido e indeleble, que se produce al vivir una situación altamente impactante, a nivel emocional.
O podemos aprenderla poco a poco sin mucho dolor, que tras meses o años de repetición, quede igualmente anclada en nuestra psique.
Es siempre un aprendizaje silencioso y que se da en solitario.
En el medio escolar aprendemos a relacionarnos con iguales (compañeros), y con la autoridad (docentes). Podemos aprender a adoptar actitudes sumisas, pasivas, rebeldes o indiferentes. Esta forma de relacionarnos va conformando nuestra personalidad.
Acabamos aprendiendo que para que nos quieran y acepten, debemos ocultar algún rasgo de nuestra personalidad, que no encaja en el grupo. Con el tiempo conseguimos ocultárnoslo a nosotros mismos, por la pura vergüenza y culpabilidad que sentimos al ser diferentes.
También aprendemos a mentir y a mentirnos. Y también, que no valemos para determinada asignatura y por tanto, no somos lo suficientemente buenos que se espera de nosotros.
Aprendemos a tener miedo de lo que somos, y de cómo lo temido y rechazado, puede perjudicar nuestra vida social. Así, logramos menospreciar partes de nuestra persona, por considerarlas indignas e inútiles para ser aceptados.
Esto alimenta sentimientos de menosprecio y rechazo hacia nosotros, bajando nuestra autoestima a niveles mínimos.
Mensajes como que el miedo no es propio de valientes. La tristeza no es algo que merezca la pena ser compartida con los demás. La ansiedad es lo peor que nos puede pasar.
La rabia no es propia de seres maduros y bondadosos. Y así, mucho más.
Aprendizaje emocional consciente
Por otro lado, podemos aprender que nuestra estima, no depende de lo que los demás piensan sobre nuestras capacidades o características psicológicas o físicas. Aprender que tenemos derecho a sentirnos tristes, aburridos, enfadados, ansiosos o aterrados, cuando tenemos motivos para ello.
O que todas nuestras emociones son aceptables, dignas de ser compartidas y valoradas por nosotros y por los otros. Si quieres leer sobre las emociones y su inteligencia, aquí lo encontrarás.
Podemos aprender a hacernos cargo de nuestras emociones, adoptando medidas enfocadas a solucionar nuestros problemas. Para esto, el primer paso es admitir todo lo que nos cuesta integrar de nuestra persona.
Todo aquello de lo que nos podemos sentir avergonzados y nos hace sentir diferentes, tontos, menos capaces, lentos o menos valiosos.
El apredizaje emocional que adquirimos en el colegio y que usaremos toda la vida, no está en los libros. Son enseñanzas que derivan de la interacción escolar y familiar, de las características de la persona.
Del entorno en el que se crece, del apoyo que se recibe, o de los mensajes directos o indirectos, que nos ayudan a considerarnos alguien capaz y valioso, o incapaz e insignificante.
Un aspecto importantísimo en el desarrollo emocional, que puede determinar una vida adulta difícil y dura, es que le niño sea una persona altamente sensible (PAS).
En este caso, el riesgo de conductas disfuncionales en la adultez es mucho mayor. También es mucho más alta la posibilidad de que se de fracaso escolar.