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Aprender a verse reflejado en los demás. Personas espejo

Aprender a verse reflejado en los demás. Personas espejo
17 enero, 2015 Rodrigo
personas espejo

Las personas que más nos molestan son nuestros mejores consejeros.

 

Todas aquellas conductas que nos sacan de quicio y ponen nuestros nervios al límite, que percibimos en aquellos que nos rodean, sean estos más o menos cercanos a nuestra intimidad, son precisamente las mismas conductas que nosotros adoptamos y somos incapaces de ver más que nada por vergüenza, pues hemos aprendido que no son asuntos de los que sentirse orgulloso.

Es fácil percatarse de ello cuando uno está dispuesto a enfrentarse a sus inmundicias y mejorar su vida diaria; lo difícil es estar dispuesto a ello. Y es difícil sencillamente porque de forma inconsciente pensamos que si cambiamos, perderemos nuestra esencia, y eso si se piensa de verdad, da un miedo atroz.

Aprender a verse reflejado en los demás usando la técnica de las personas espejo, nos ayuda a ser mejores personas por tanto y esto nos hace más felices.

El truco está en pararse a observar las circunstancias que vivimos a diario, desde las más mínimas en apariencia como ponerse los calcetines por la mañana, a las más decisivas como pueden ser decidir casarse o rechazar un trabajo, por ejemplo.

Si dedicamos un rato cada día a contemplar nuestra vida como simples observadores, como lo podemos hacer con la de nuestros amigos o familiares, nos daremos la oportunidad de ir descubriendo poco a poco (o rápidamente, según nuestras ganas de cambiar), que esas palabras que nos molestan, o las actitudes poco elegantes en el trato, también forman parte de nuestra personalidad, aunque no sea de forma generalizada; es decir, que podemos ser deshonestos, mezquinos, violentos, agresivos, o descorteses con según qué personas, según nos convenga o no.

 

Al ser capaces de hacer ese ejercicio de honestidad con uno mismo, nos colocamos en la líneaAprender a verse reflejado en los demás. Personas espejo. de salida de lo que puede convertirse en una nueva dirección vital mucho más fructífera y satisfactoria que la anterior. Una vez que nos permitimos primero buscar para luego aceptar muestra parte oscura, podemos cambiarla y mejorar nuestra experiencia de la vida, y la de los demás. Nunca antes.

 

¿Te molesta que tu amiga sea una conformista? Busca dónde estás siendo tú conformista.

¿Estás harto de que tu padre te trate como a un niño en lugar de un adulto responsable? Indaga en tu persona y averigua dónde te consideras tú mismo un inmaduro y cómo muestras esa inmadurez a otros.

¿Te irrita que tu pareja no te valore como esperas que lo haga? Ponte a observar cómo tú te desvalorizas y tratas de ocultártelo a ti a los demás.

¿Tienes un compañero de trabajo cuyas gracias absurdas te enervan de indignación, hasta el punto de obligarte a descargar la rabia o ira que te nace dentro, con otras personas en lugar de emplear esa energía, en mantener una conversación amena y enriquecedora para ambas partes?

Ponte a pensar tranquilamente en qué circunstancias empleas la ironía o las impertinencias para liberar la tensión que te produce por ejemplo, entrar en una habitación llena de gente que no conoces.

 

Este es un ejercicio que por sencillo no deja de ser difícil de realizar al exponernos voluntariamente, a aquello que llevamos años tratando de ocultarnos, por considerarlo no apropiado para vivir en sociedad y ser aceptado en ella. Lo bueno es que una vez que se adquiere el compromiso con uno mismo de mejorar como persona, este juego resulta de gran ayuda porque nos es mucho más fácil ver lo que no nos agrada en los demás, que en nosotros mismos. Recordemos aquello de “Verás antes la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio”.

Todo es cuestión de práctica y voluntad. El tiempo que se tarde en descubrir esas sombras en nosotros mismos, no es relevante porque la meta no es descubrir mucha sombra, sino ser capaz de verla y llevarle luz para dejar de darle el poder que le damos al creer que no forma parte de nosotros. Esto es paradójico, pero sencillo de entender. Crecemos y aprendemos que hay cosas, palabras o actitudes buenas y malas.

Poco a poco nos decimos que no forman parte de nosotros, o en un ataque de honestidad parcial, podemos aceptar que a veces no queda más remedio que ser un poco violento o mentiroso o maleducado, y por supuesto lo justificamos como podemos para poder dormir por la noche. Aprender a verse reflejado en los demás. Personas espejo.

El problema es que la sombra, esa parte de nosotros que no nos gusta y que rechazamos en nuestra personalidad y vemos en los demás, tiene más poder del que nos apetece admitir. Sencillamente porque la base de esa parte ensombrecida, está compuesta por nuestros miedos e inseguridades. Esos que nos hacen atacar de manera preventiva cuando intuimos que podemos ser heridos; o nos empujan a mantener una postura autoritaria e impositiva con personas que consideramos débiles (por supuesto a nadie se le ocurre ser tiránico con alguien que considera más poderoso), mientras nos decimos que es por el bien de esos débiles.

 

Jugar a este juego de la honestidad con uno mismo es no solo divertido una vez vencido el rechazo inicial a querer ver nuestra mezquindad, sino que además resulta tan revelador que se vuelve adictivo. Pero el juego tiene una trampa que se inventa el ego para limitar nuestro propio crecimiento y descubrimiento de lo que somos.

Podemos empezar a jugar a ver nuestro reflejo en otras personas y entonces sentir el deseo de compartir nuestra gran capacidad de enfrentarnos a los fantasmas que todos llevamos dentro, para convertirnos en una exhibición de esas capacidades ante la audiencia que elijamos (padres, amigos, pareja, compañeros…) Aquí está el ego buscando protagonismo sin importar cómo podemos hacer que se sienta de inferior la persona con la que compartimos nuestra habilidad.

Por tanto la primera regla del juego para evitar trampas es hacerlo en silencio y no involucrar a nuestros amigos, compañeros, pareja o familia en nuestro crecimiento personal. ¿A qué jugador de Parchís le gusta que el de al lado le mueva la ficha o tire el dado por él, o le diga lo mal que juega? Cada uno tiene su partida y respetarla es vital.

 

Utilizar esas cosas que nos molestan de los demás, para mejorar nuestras propias personas es la manera más rápida que he encontrado para madurar, crecer y empezar a disfrutar de la vida que tenemos entre manos.

Creer o no en que los demás pueden mostrarnos nuestras oscuridades es innecesario a priori; es decir que si le estás dedicando tiempo a la idea de justificar la inutilidad de esta teoría, estás sufriendo el primer síntoma del autoboicot de tu evolución como ser inteligente. Ponla a prueba unos meses y luego decide si merece la pena o no.

 

Otro beneficio de esta práctica a modo de efecto secundario, es la gratitud que se siente por aquellas personas que nos irritan o enfadan. El cambio de perspectiva, nos permite dejar de estar centrados en esa emoción destructiva, para pasar a sentir gratitud, por la presencia de ese individuo que nos pone delante una verdad que no queremos ver en nosotros mismos. Entendemos así que nuestro crecimiento y mejora vital, se produce gracias a la aportación de esa persona.

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